Cartagena de Indias (Bolívar) es una de las ciudades colombianas que sufre de déficit de árboles con mayor severidad. El Establecimiento Público Ambiental de Cartagena (EPA-Cartagena) ratifica que en Cartagena la cantidad de árboles por habitante determina una relación 1:16 (un árbol cada 16 habitantes), es decir, tan solo 0.06 árboles por habitante, muy por debajo de los estándares internacionales:
En cuanto a la cobertura arbórea de la ciudad, ésta solo es del 0,34% de la superficie total de la ciudad y del 11.47% de la totalidad del área pública urbana, siendo estos últimos de mayor requerimiento de vegetación por los servicios sociales y ambientales que debe ofrecer la ciudad a sus habitantes. La ONG norteamericana American forest recomienda como mínimo tener un 40% de cobertura arbórea en las ciudades como estrategia de lucha contra el calentamiento global. Esto refleja la urgente necesidad de aumento de la cobertura arbórea como modificador del clima, es decir, para disminuir el efecto invernadero que sufre la ciudad.
¿Cómo funciona Food Forest Cartagena?
En Cartagena, bajo la coordinación y ejecución de la fundación FEM, estamos creando Food Forests en las zonas circundantes a los Centros de Vida que más sufren de calor y deforestación. ¿Por qué involucramos a los Centros de Vida?
Según el Grupo de investigación en Actividad Física y Desarrollo Humano de la Universidad del Rosario, Colombia no constituye un entorno propicio para las personas mayores, pues los determinantes de envejecimiento activo se ven afectados y hacen que la población adulta viva en condiciones poco ligadas a las directrices de la OMS. Esto se traduce en que las personas mayores se vean envueltas en una problemática física y psicosocial que los conduce a la improductividad, al rechazo social, al abandono y la dependencia.
La OMS define el envejecimiento activo como el proceso de optimización de oportunidades para el bienestar físico, social y mental en el transcurso de la vida con objeto de ampliar la esperanza de vida sana, la productividad y la calidad de vida en la vejez. Las políticas y los programas de envejecimiento activo son la herramienta necesaria para posibilitar ese proceso de envejecimiento activo y, de esa manera, contrarrestar el fenómeno del envejecimiento de la población. Escogiendo los Centros de Vida como gestores del seguimiento cotidiano de los árboles, el proyecto Food Forest impulsa la práctica de actividades de tiempo libre de los adultos mayores como estímulo para el envejecimiento activo. |
Ademas, hemos apoyado la creación de una micro-empresa de jardinería compuesta por personas de la etnia indígena Zenú urbana y hemos contratado sus servicios para que sean ellos quienes se encarguen de la mano de obra del proyecto. ¿Por qué involucramos a los indígenas Zenú urbanos?
En la actualidad existen 1200 indígenas migrantes en la ciudad, la mayoría de ellos con trabajos informales que no garantizan su sostenibilidad ni la de sus familias en condiciones de dignidad. Tuchines, artesanos y comerciantes indígenas se ven obligados a participar de la economía desde una posición de desigualdad. Pero, cuentan con competencias muy importantes como puede ser su conocimiento tradicional de la siembra y la agricultura. Algunos de los indígenas están ya agremiados en la organización ATINAZ, apoyada por FEM hace 4 años, desde su constitución y a través de la cual los indígenas adelantan procesos de innovación social.
Contratando a los indígenas Zenú para la siembra y cuidado de nuestros arboles, además de garantizarnos un servicio de calidad y la supervivencia de los árboles, estamos apoyando la transición de esta población hacia una vida mas digna, independiente, sostenible. |
Todos nuestros Food Forest estan compuestos por arboles nativos frutales. ¿Por qué frutales? ¿Es que no sirven si son de otro tipo?
Al efecto reforestador se le suma el hecho de que los árboles que se siembren sean frutales, lo cual redundará en una estrategia posible de soberanía alimentaria para la ciudad.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, una séptima parte de la población mundial (800 millones de personas) padece hambre, y de esta cantidad, una cuarta parte son niños. Las políticas económicas impuestas por empresas transnacionales, de espaldas a las comunidades, son causantes de la profundización del abismo entre ricos y pobres. Cartagena no es ajena a este fenómeno, ya que se trata de una de las ciudades más golpeadas por la pobreza y la desigualdad en todo el país. En Colombia, la política neoliberal de administración financiera ha entregado en concesión a grupos privados y clanes familiares los principales bienes del Estado, corredores viales, puertos marítimos y fluviales, aeropuertos, alumbrado público, telefonía, acueductos, y se calcula que menos de 10 mil familias privilegiadas viven a sus anchas con lo que esas empresas producen. Ante esta situación, a la que se le añade el explosivo problema de los desplazados que sigue en aumento, hace falta remar en pro de la democratización de las fuentes de ingreso. Y de eso se encarga la soberanía alimentaria: de aplicar procesos radicales de reforma agraria que garantice a cada pueblo el derecho de definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de los alimentos que garanticen una alimentación sana, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los medios campesinos, pesqueros, étnicos e indígenas de producción agropecuaria, comercialización y gestión de recursos. El proyecto Food Forest, con la siembra exclusiva de árboles frutales en zonas urbanas y con la integración de una futura estrategia de soberanía alimentaria para la ciudad en su plan de acciones, se suma a las fuerzas de cambio hacia una ciudad sostenible que garantice cada vez una mayor soberanía alimentaria de su ciudadanía. |